lunes, 15 de octubre de 2007

Tú, yo y todos los demás, de Miranda July

¿Y conseguiste lo que
querías en esta vida?
Lo conseguí.
¿Y qué querías?
Considerarme amado, sentirme
amado sobre la tierra.

Raymond Carver


Es imposible no pensar en Raymond Carver luego de ver Tú, yo y todos los demás (You and me and everyone we know). La transparencia y la serenidad que definen la pluma de Carver parecen moldear el estilo narrativo de la directora Miranda July. Él, desde la palabra, y ella, desde la imagen, tienen un mismo y noble objetivo: demostrar que lo extraordinario puede hallarse en los elementos más simples de la vida cotidiana. Ambos recorren los típicos suburbios norteamericanos para retratar a seres contrariados y necesitados que anhelan encontrarse pero son torpes y no saben cómo hacerlo. Ambos reconocen, aunque pertenezcan a generaciones diferentes, que creer en el sueño del progreso colectivo resulta absurdo cuando ni siquiera se puede comprender lo que pasa en el propio hogar. La gran diferencia es que el autor de “Catedral” era un verdadero escéptico y todas sus historias están teñidas de oscuridad, mientras que la joven cineasta consigue resucitar en su película una sensación muy poco común en el arte contemporáneo: la esperanza.

En la ficción, July personifica a una curiosa muchacha llamada Christine, que trabaja como chofer de autos para ancianos y dedica su tiempo libre a filmar videos de arte multimedia. Un día se cruza con un vendedor de zapatos, el abatido Richard (John Hawkes), que tiene dos hijos y acaba de separarse. Una chispa parece encenderse entre ellos, aunque será Christine la única interesada en correr riesgos. Es entonces cuando la película comienza a sumar otras subtramas: dos adolescentes que se sienten tentadas de satisfacer las fantasías de un voyeur, una pequeña vecina que prepara un “cofre de la felicidad” para su futura boda; los hijos de Richard que entablan diálogos eróticos mediante el chat. Ellos son parte de los muchos personajes de la película que desean establecer algún tipo de contacto, tarea que resulta cada día más difícil en esta tierra, aun cuando vivamos en la supuesta “era de las comunicaciones”.

Como es habitual en el cine independiente norteamericano, el film responde al esquema del “relato coral”, que suele privilegiar la construcción de viñetas atractivas antes de aferrarse a un eje argumental excluyente. Es cierto que en este abanico hay personajes que no siempre llegan a estar complemente delineados, pero el conjunto resulta muy simpático y consistente. El cariño que se desprende de la película está muy lejos de los climas mórbidos y “calculados” de títulos como Happiness, de Todd Solondz, y La seguridad de los objetos, de Rose Troche, que también narran historias de personajes excéntricos y heridos en el corazón de Estados Unidos. En contraposición al patetismo al que nos tienen acostumbrados tantas películas “indies”, Tú, yo y todos los demás irradia magia y frescura, y no es porque la directora trate a sus personajes con indulgencia: simplemente, les concede la fe.

Lo cantaban Los Beatles con sencillez y sabiduría: todo lo que necesitamos es amor. El mensaje podía dar la vuelta al mundo, con orgullo, cuando la utopía aún estaba autorizada. Hoy corren los años del amor líquido, el desamparo, la soledad. El miedo se propaga y paraliza, ya sea en un barrio de Los Angeles, en la China o en Buenos Aires. Frente a este pánico globalizado y desconcertante, no queda más que confiar en lo cercano, en la sorpresa escondida en el día a día, en el abrazo. Las cosas comenzarán a cambiar cuando permitamos que un simple cruce de miradas se anime a activar una revolución. Eso es lo que intenta decirnos, con sus ojos enormes y brillantes, la prometedora Miranda July.

1 comentario:

mge dijo...

Todavía me acuerdo de la función del BAFICI 2006, estaba maravillado. Me alegró mucho que se estrenara en Argentina (aunque haya sido sólo en dos cines) porque me encariñé con esta película. Combina historias simples, pequeñas, extrañas. Los personajes son uno más interesante que el otro y a través de ellos que temas como la inocencia, la sexualidad y la falta de comunicación están muy bien retratados.

Una joyita que por suerte podemos tener en DVD. Back and forth. Forever.